miércoles, 9 de julio de 2014

EL PINO 1ª parte



La mañana estaba ruidosa: se oían voces en todas las direcciones. Subían los que cortaban pinos con sus hachas y sierras de dos mangos, con las caballerías de arrastre y, todavía, con los ojos somnolientos. Los lunes les costaba desperezarse, 
Pero aun así gastaban bromas con los resineros que, pasado San Gregorio, tomaban otras direcciones (cada uno iba camino de su propio cuartel, zona destinada a los trabajos de cada cuadrilla): ¡Eh, Feliz! Ya no te queda mucho de estar en tu cuartel, así que ve diciéndole a tu hermano Antonio que pronto cortaremos en la cuesta del Cubo. A lo que Feliz contestaba a Juan: si te acercas a mis pinos, te afeito con la gubia; así que vosotros veréis lo que hacéis.
El monte se abría poco a poco a la luz del día. El murmullo reinante hacía la mañana muy especial. La gente se desperezaba después de una noche lluviosa, de la cual no quedaba señal alguna de las nubes que la habían producido. Todo esto estaba ocurriendo en el monte de El Tiemblo, mientras resineros, madereros y leñadores iban camino de su trabajo: los Pinos.
El Pino Resinero (Pinus pinaster), Pino Rodeno o pino Mediterráneo, etc., que en algunos lugares también se le conoce como Pino Negral, es una conífera de la familia Pinaceae. Su tronco suele ser recto, está recubierto de una corteza gruesa, agrietada y rojiza llamada roña y rematado por unas ramas uniformes, que en la edad adulta se desmadejan formando una copa irregular. Este tronco puede llegar a alcanzar una altura considerable: los grandes ejemplares pueden llegar a medir hasta 35 metros aproximadamente.
Sus acículas (hojas), también llamadas agujas, son perennes y aparecen siempre en grupos de dos. Las que se encuentran en los pinos de El Tiemblo son las más largas de los pinos españoles de otras especies. Florecen en primavera, con abundancia de flores masculinas agrupadas en racimos, y sueltan un polen amarillo que tiñe todo de ese color. Este, cuando es diseminado por el viento, alcanza grandes distancias y bastante altura (entre 3.000 y 4.000 metros). Sus piñas proceden de las flores femeninas y son  algo grandes: pueden llegar a medir hasta 20 centímetros de largo y 12 centímetros de ancho. Al principio son verdes y más tarde, a los 24 meses, que es cuando se abren, pasan a ser de un color marrón rojizo. Los piñones que encierran en su interior son pequeños y alados y sirven para la dispersión de la semilla. Esta se puede reproducir por sí misma o con ayuda de los animales, que la pisan y la entierran sin querer, haciendo que más tarde brote un pino nuevo.
El Pinus pinaster, llamado vulgarmente Pino Negral por su corteza oscura, tiene un sistema radical muy fuerte, basado en una raíz central muy penetrante y varias raíces secundarias muy desarrolladas. Es de tronco grueso y derecho, aunque la resinación suele modificar mucho su silueta. Este árbol necesita bastante sol, por eso suele orientarse de cara a este. También necesita una temperatura adecuada, aunque resiste bien las sequías.
CURIOSIDADES DEL PINO.
En El Tiemblo, el pino es el árbol predominante. Tenemos varias clases de pinos: piñoneros, cascalbos, valsaines, silvestres, resineros, etc.; sin embargo, algunos han sido de origen trasplantado. Por esta razón, iremos a conocer el Pinus pinaster o, más comúnmente, Pino Resinero, que es el que nos ocupa.
Este árbol tiene diversas aplicaciones y, además, muy valiosas: su leña ha sido y sigue siendo de un gran valor calorífico ¡Qué casa en El Tiemblo no se habrá calentado con ella! Sus piñas sirvieron y aun se usan para encender las cocinas. Ellas mismas se aprovecharon  para calentarnos: los que tenemos cierta edad aun nos acordamos de los soplillos, finas tiras sacadas de los pinos enresinados, por medio de las gubias, al hacer las canales para que corriera la resina en busca de los tiestos. Tenían un gran aporte de dicha secreción, que servía para una rápida combustion de la leña y de las teas de los tocones y también para ayudar a las leñas que se resistían o que estaban demasiado húmedas.

La madera de los pinos, se ha usado y se usa para todo tipo de muebles. En otro tiempo se cuidaba para que sirviera como construcción de una sola pieza: en los mástiles de los veleros, por ejemplo. En las casas se usaba para hacer puertas, marcos, tejados, paredes y ventanas de las mismas, así como en los suelos para quitar la frialdad y que a la vez sirvieran de techo para el piso inferior ¡Cuántos barcos y ruedas motoras de molino no se habrán hecho, por su dureza y resistencia al agua, así como muchas más utilidades, de este material! ¡Cuántas herramientas de labranza y demás menesteres no se construirían con su madera!
***
Si vienen por la carretera de San Martín de Valdeiglesias, en dirección a El Tiemblo, nos verán en el Cerro de Guisando. Allí nos mezclamos con diversas variedades de arbustos y árboles: cornicabras, algunos enebros y jaras. Aún no se nos nota, solo por nuestro color verdoso intenso que, desde la lejanía, parece incluso que es negro, pero empezamos a subir por La Celadilla, camino de La Dehesa, apoderándonos del terreno de toda la ladera suroeste. Por esta zona ya casi no dejamos que ningún árbol se entremezcle con nosotros, aunque, sí se lo permitimos a las jaras, que nos acompañaran en nuestro camino hasta El Castañar.
Subimos hasta la cuerda, que no perderemos, mientras vamos bajando hasta La Atalaya, buscando la garganta de La Yedra. Pasamos el arrollo de los Degollados por  Vallejo Pinares, camino de los Chorrancos, y nos adentramos cada vez más en los antiguos sembrados y viñas de la zona. Atravesamos La Dehesa, camino de Los Lancharejos, y, rozando estos, nos acercamos a la garganta. Bajamos la cuesta del Cubo, pero los alisos nos paran a la entrada de la misma, haciéndonos subir por el oeste del monte. Estos compañeros ya no nos dejarán hasta llegar a El Castañar, subiendo con nosotros garganta arriba y pasando por los pantanos de La Cabrera, La Hinchona y El Linar del Rey. Mientras dejamos atrás los Huertos de Truena, subimos hasta la Era del Tocón y, pasando el Arroyo del Caballo, los Huertos de Benairo, el Tenado de Abelardo y los Castaños del Sotillo, llegamos a la Era del Castañar. Mientras vamos subiendo a Cerro Pelado, pasamos El Tablado y los Huertos de Chistera (son múltiples los nombres de la zona: la Cruz del Rayo, la Era de Mari Sancho, los Riscos de la Urbana y Los Cercados, con sus huertos, sus fuentes y sus claros y con su refugio vigilante).
Remontamos toda la ladera, faldeándola de arriba a abajo, pasando por bajadas, llanos y, sobre todo, por las cuestas que tanto abundan en esta zona. Pasamos por sitios tan conocidos como Las Erillas, subimos a Pedro Duermes y nos desparramamos por El Pajar, la Era Cestero y el Jaral de Fátima. Rodeamos los Huertos de los Alejos y los Huertos de los Palizas, seguimos por Palo Hincado y muchos lugares más hasta llegar a la Era del Corcho, para seguir bajando a La Era de El Castañar. En este último, los robles y los castaños detuvieron nuestro pasó, pero nosotros supimos cómo meternos entre ellos y algunos todavía vivimos entremezclados con las otras especies.
En otra ocasión les contaremos cómo cruzamos al otro lado de la garganta, donde tenemos muchos más hermanos. En este lado seremos unos 3.500.000 ó 4.000.000 de Pinos aproximadamente. Pero, a caso ¿nos ha contado alguien?...    

Elías Blázquez Hernández











martes, 11 de septiembre de 2012

COSTUMBRES DE OTROS PUEBLOS


VALLS    Tarragona

La calsotada


      La mañana trascurría apaciblemente. Se acercaba la hora de la comida y, a falta de otra cosa que llevarse al estómago, arrancó unas cebolletas de las que tenía en el huerto. Andaba entretenido con las labores del campo y, sin pensarlo dos veces, las echó al fuego, en donde ardían unos sarmientos, para calentarlas y asarlas un poco.
Cuando se percató de lo que estaba pasando, vio que las cebolletas se habían quemado y, preocupado por si podía quedarse sin comer ese día, les quitó las capas que más se habían tostado, limpiándolas cuanto pudo y dándose cuenta, según las limpiaba, de lo blancas que estaban por dentro. Finalmente, las probó y pudo ver que hechas de esa manera tenían muy buen sabor.
Casi sin darse cuenta dio comienzo a la era del calsot.

* * *

       La siembra del calsot es muy sencilla: en los caños, preparados con anterioridad, se entierran las cebollas que se han descabezado previamente. Si tienen la humedad suficiente, se dejan tal y como están, pero, si no es así, se deben de regar un poco, aunque después de su siembra se regarán periódicamente siempre que lo necesiten. Con todo esto, en algo más de diez días saldrán los primeros brotes de la cebolla enterrada, los cuales irán creciendo poco a poco hasta cubrir todos los caños de verde.

       Lo demás es sencillo: se cuidarán y cavarán, pero sobre todo se irán cubriendo de tierra según vayan creciendo, para que las cebolletas se alarguen lo máximo posible y engorden un poco para que no se consuman en el fuego a la hora de asarlas. En el mes de Enero casi estarán listas para recolectarlas y preparar los ya mencionados calsot. Después de esta larga espera, tendremos dos o tres meses para poder comerlos, lo cual será posible hasta el mes de Abril.

* * *

        En El Tiemblo, Fernando Trapero ha hecho alguna calsotada, con muy buenos resultados, trayendo el calsot de Valls, un municipio de Tarragona en el que estaba destinado. Sin embargo, este año pasado hemos ido a más, ya que Manoli y Fernando nos mandaron la cebolla desde tierras catalanas para que la plantáramos en El Tiemblo. Esta innovación dio un resultado bastante regular, ya que la cebolleta se sembró muy tarde y, además, llovió muy poco. Pero, a pesar de todo, se puede decir que fue la primera calsotada casi totalmente tembleña, aunque la cebolla no fuera de aquí.
Este año deberemos observar los resultados que da la nueva siembra de las cebollas, que deberían de estar hechas, más o menos, para Julio. Podremos trasplantarlas, si las sacamos a su debido tiempo, pero, si ese no es el caso, le diremos a Fernando que, cuando venga en el verano, nos las traiga otra vez de Valls, para así poder volver a disfrutar de la fiesta del calsot, por enésima vez.      

 La calsotada es sencilla de hacer: sobre una buena hoguera de sarmientos se colocan los calsot metidos en parrillas y directamente en el fuego para que se quemen las capas de fuera. Después se quitan de la parrilla y se envuelven en papel para que se hagan totalmente y se enfríen un poco. Entretanto, se prepara la salsa de calsot, cuya base son las almendras y las avellanas y otras materias que no sé, pero que no vienen al caso en nuestro relato. Finalmente, para comer el calsot se le quitan las capas quemadas y se unta este en la salsa. La mezcla puede disfrutarse con la compañía de un buen vino o un agradable cava.      

En Valls, el pueblo de donde parece ser originaria, la calsotada es una fiesta popular con una gran tradición. Se suelen hacen hogueras en la misma calle, para asar los calsot y que participen todos los habitantes del pueblo. También se celebra en las masías de toda Cataluña, pues es para ellos una tradición que les viene de antiguo y que se celebra todos los años. Sin embargo, en estos tiempos que vivimos esta costumbre se ha llevado a muchos lugares de España, sobre todo a Madrid
Habrá a quien no le gusten las cebollas hechas calsot, pero da igual,  ya que la finalidad de esta celebración es comer en familia  o con amigos, todos juntos en reunión, al igual que nosotros, los tembleños, 


celebramos en otoño, en la noche de Todos los Santos, la calbotada, una tradición antigua que consiste en comer las castañas asadas o “calbotes”.

Después de la llamada calsotada, se procede a hacer una comida más seria o formal, a gusto del grupo que se reúne, aunque se suele aprovechar el fuego y  hacer una buena barbacoa. Así hicimos nosotros en casa de María José y José: después de dar buena cuenta de las cebolletas y de la barbacoa, llegaron los dulces y una divertida sobremesa. Acabada esta, nos despedimos hasta la próxima vez, que espero que se pueda volver a llevar a cabo al año que viene.

Feliz Calsotada.

Elías Blázquez Hernández.

lunes, 19 de septiembre de 2011

EL ROBLE

 

¡Ziiuuuu! - Restallaba el látigo de hierro con dos o tres colas de alambre, abriéndose paso en el aire, mientras caían algunas plumas planeando lentamente y un vencejo con el ala herida descendía hasta dar con su cuerpo en el suelo. Era día de caza, se habían trillado las algarrobas y los gorgojos volaban descontrolados, sirviendo así de festín a las aves. También aprovechaban los mozos para ir con sus látigos a proveerse de pájaros. Escogían las rocas cercanas para dominar los vuelos rasantes del vencejo desde lo alto y así poder llenar la bolsa y hacerse esa noche un buen guiso con la carne de estos animales que, por cierto, estaba muy buena.

Eran tiempos en los que un cambio en las comidas no estaba mal, aunque no siempre había suerte. A veces, por lo que fuera, no se lograba coger ningún vencejo, pues estos volaban bastante alto. Pero siempre el hecho en sí rompía la rutina y, en los descansos, el personal se entretenía cazando estas aves. ¡Siempre me acordaré de la facilidad que tenía José Luís para manejar el látigo!

Había llegado el mediodía y con él la hora de reponer fuerzas después de una mañana calurosa. Después de comer, solíamos descansar un poco, recostados en los aparejos de los animales, que se habían colocado por la mañana debajo de los árboles. Nos entraba un agradable sopor que nos dejaba adormilados hasta que, cayendo él calor, volvíamos al quehacer de la trilla.

En las eras hacía bastante calor y algunos nos íbamos a la viña Navas donde, alrededor de la fuente, siempre había algo que contar o que escuchar. Después de saciar la sed y refrescarse con el agua que de ella manaba, los que no tenían que trillar se retiraban a descansar y charlar a pocos metros, bajo unas frondosas ramas que los protegían del ardiente sol del verano y, en la tarde, les daban frescura. Estas ramas pertenecían a tres grandes árboles que traerán recuerdos a los pocos que aún rememoran esos ratos agradables que pasaban al resguardo de su sombra. Esos árboles eran tres hermosos Robles.

***

El Roble o Quercus Pyrenaica es un árbol robusto perteneciente a la familia de las Fagaceae (entre otras del mismo género) que, estando en espesura, no ramifica hasta alturas notables, pero cuando crece en solitario o muy separados unos de otros se ramifica a poca altura creando con sus ramas tortuosas una copa ancha muy irregular. Crece en suelos con humedad, de hecho, en la Península Ibérica, abunda en las cordilleras húmedas y en las zonas más al norte de la misma, y es una especie que se emplea poco o casi nada en jardinería, debido a su lento crecimiento. Sin duda alguna, su madera es una de las más apreciadas a nivel domestico e industrial por su dureza y aguante a la humedad.

Es un árbol de hoja caduca. Estas, simples y alternas, le acompañan desde principios de primavera hasta bien entrado el otoño. Son blandas, de contorno sinuoso y muy diferenciadas unas de otras. Padecen en ocasiones de tumores en forma de bola producidos por ciertos mosquitos. Estas protuberancias se llaman agallas, aunque a veces se las denomina agallones, gracias a su forma y tamaño: más grandes y con una corona rugosa. El roble tiene una particularidad, sobre todo en nuestro pueblo. Esta consiste en que, al necesitar mucha humedad, si el verano ha sido especialmente caluroso y no ha llovido mucho durante el resto del año, parece como si se durmieran, haciendo que se sequen sus hojas sin esperar al otoño para así poder aguardar a que venga otro año mejor. Esto se puede ver sobre todo en tierras muy pobres, como la zona baja de la Dehesa.

Su floración sucede casi a la vez que la salida de las hojas. Primero nacen las flores masculinas, largas y delgadas, y después las femeninas, flores que salen en grupos de dos o tres y que se insertan en las hojas superiores. El fruto, en forma de bellota, empieza a madurar en septiembre y alarga este proceso durante el otoño. Una vez maduro, este fruto tan apreciado se recolecta especialmente para el ganado en sitios en los que el fruto se destina como pienso. Pero en las zonas altas como la Yedra, los jabalíes y otros animales dan buena cuenta de ello.

El roble es un árbol de madera dura y raíces muy profundas (gracias a estas sobrevive), muy exigente con la tierra, ya que no le vale cualquiera. Según la zona en la que se asiente, variará su fortaleza, pasando de ser un árbol robusto a ser un simple rebollo. Esto es lo que le pasa en El Tiemblo, ya que nuestro pueblo tiene dos zonas muy significativas: la parte baja del llano presenta un árbol pequeño en general y la parte de la Yedra, con zonas pobres y otras muy ricas, está plagado de enormes ejemplares y también pequeñas arboledas. Pero en cualquier caso, estos árboles serán muy buenos en madera de leña. Porque ¿quién no ha oído hablar nunca de la leña de roble?

CURIOSIDADES DEL ROBLE.

Como ya hemos dicho antes, el roble de El Tiemblo es muy reconocido por su leña, de larga duración en la lumbre y grandes rescoldos de calor. Siempre hemos tenido leñadores que se dedicaban a bajar de la Yedra su apreciada leña, como actualmente el amigo Antonio. En otros tiempos se bajaba con caballerías y carros y con mucho trabajo, pasando calores y fríos. Ahora se emplean para su transporte los conocidos y resistentes Land Rover, bien preparados para la dureza de los abruptos caminos del cerro.

Como madera, ha tenido gran aceptación para la construcción de barcos (por su resistencia a la humedad), como traviesas para las vías ferroviarias (por su dureza) y como duelas para la fabricación de toneles. En esta última es inigualable, ya que le confiere un aroma particular a la cura de los grandes vinos. También está muy considerado por su finura en la construcción de muebles regios y elegantes fabricados para toda una vida.

Además este árbol tiene propiedades curativas. Toda la planta es rica en taninos, sobre todo la corteza. Esta, aparte de ser constrictora y antiflamatoria, puede ser efectiva contra la diarrea y actuar como tónico intestinal. También el té de roble es calmante y curativo y sirve para curar manos y pies dañados por congelación. Aparte de otros remedios para la salud, se usan sus taninos para preparar los curtidos de las pieles y su industria.

El roble común es un árbol de una especie forestal bellísima que puede alcanzar enormes dimensiones (como cuarenta o cincuenta metros de altura) o no pasar de cinco metros. Son muy longevos, llegando a vivir hasta 1.500 años. También hay que señalar que hay robles con un gran sentido histórico, como el antiguo roble de Guernica (de al menos 500 años, ya extinguido) en el País Vasco, y que son muy considerados en Asturias, Cantabria o Galicia, donde destacan por su gran altura.

En Europa, los robles tienen hábitats enormes de propagación espontánea. Uno de los más importantes está en Alemania, donde su hoja tiene una simbología política y militar y además se usaba como principal condecoración, acompañando a la cruz de hierro. Pero volvamos a El Tiemblo…

Encontramos varios robles al entrar al pueblo por la carretera de Madrid, pasando el alto de la Atalaya donde el Royal. Aquí se empiezan a ver algunos ejemplares de poca altura por la derecha de la carretera hasta la fuente de la Calleja, llegando por la Torrecilla hasta las tapias del Cementerio, donde se les pierde el rastro. Si volvemos al Royal, podemos ver cómo estos árboles se entremezclan con los fresnos y las cornicabras llegando en pequeñas poblaciones hasta la Dehesa y pasando por la Cueva, donde existe mayor concentración, llegan hasta Navalpino, desplazándose por los Vaillos hasta la zona de los Lancharejos, desde donde bajan a la Artezuela. Ahí algunos se desplazan por los Cerezos hasta el Tejar, llegando a las antiguas eras del Recaudador, donde por la izquierda, buscando Santa Águeda, se divisan por detrás del pueblo hasta la zona de Caicoya. Allí se mezclan con las últimas casas hasta que se pierden en el Fonterón. También podemos verlos, pero en poca cantidad, camino de Bocaguembre, donde bajando al Aserradero acaban perdiéndose de vista. ¿Es que ya no quedan más robles en El Tiemblo?

Desde el Tejar, nos adentramos por la carretea de la Yedra camino del castañar y seguimos mirando, pero solo vemos pinares. Llegamos a San Gregorio, donde, a pesar del claro existente, solo vemos los cerezos de los antiguos huertos que había por la zona. Seguimos subiendo y solo los alisos de los arroyos y la garganta rompen con la hegemonía de los pinos. Pasando el arroyo de los Corralejos, los castaños plantados en el terraplén de la carretera cambian un poco la visión dominante de los pinares, ya no perderemos estos de vista hasta llegar a la Yedra, donde, camino de las eras del Castañar, volveremos a divisar algunos robles que se pierden entre los castaños y el pinar.

Retrocedemos al puente de la garganta y desde él nos dirigimos hacia las Corraleras, pero no hemos andado muchos metros cuando empezamos a distinguir los primeros robles del camino. Se pueblan poco a poco hasta dominar completamente el paisaje, cediendo terreno a los pinos, que se ven entre los robles de vez en cuando y que ya tienen dominio casi total del paisaje. Desde las Corraleras hasta la garganta, suben buscado el cerro de El Traviés. Por la izquierda atraviesan la garganta, haciendo una mezcla de verdes con los alisos y los castaños, para después dominar las dos riberas hasta encaramarse en lo alto de la cuerda donde pierden vigor y follaje. Pero el bosque en todo su esplendor se desarrolla en la falda de la ladera de El Traviés, camino de la finca llamada de El Nadador, donde los ejemplares exageran toda su belleza y se encuentran los robles más viejos, aunque también los más robustos. Estos dominan desde su atalaya todo el paisaje de El Castañar. Si bordeamos la zona por la izquierda del cerro, camino de las últimas Corraleras, vemos cómo los robles se van perdiendo poco a poco según dejamos la falda del cerro. Llegamos a la fuente donde se encuentra otro gran robledal.

¿Quién no ha estado algún día debajo de esos grandes robles que dominan los alrededores, degustando unas buenas chuletas, chorizos o pancetas acompañadas de una tortilla española, regadas
 con un buen vino y previamente asadas en las cocinas que salpican la pradera? Si hemos hecho esa excursión bien entrado el otoño, observaremos con gran asombro ese suelo que se cubre con un buen manto de hojas del color del oro. Esas hojas que caen como lágrimas del Roble, que triste espera el frío del invierno y se dormirá hasta que el sol de la primavera reviente su corteza para que nazca la nueva flor.

Elías Blázquez Hernández.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL ALISO


Hacía unas horas que había amanecido. La mañana se prestaba libre de nubes después de una noche tormentosa y el calor se empezaba a notar en el ambiente, pues la primavera estaba en su tramo final. La naturaleza estaba en pleno apogeo: los arroyos venían con un enorme caudal, ya que el año empezó muy lluvioso y había continuado igual
durante toda la estación; las copas de los árboles estaban exuberantes y muy frondosas y el verdor de las hojas tamizaba la luz del sol. La vida se podía sentir por todos los rincones del bosque debido al rumor de la garganta y al piar de los pájaros que aturdían el silencio con sus cánticos. De entre los muchos sonidos que emitía nuestro bosque destacaba el suave murmullo de las ramas, el cual se hacía más fuerte a medida que uno se acercaba. De repente aparecieron dos ardillas que corrían y saltaban entre las ramas de los pinos que cubren la ladera del monte. Bajaron a toda velocidad por el pino más cercano al arroyo y se acercaron a este para beber. Una vez saciada su sed, la ardilla más pequeña se quedó asombrada por cuanto veían sus ojos. Ella nunca había estado en ese lugar del bosque y, sin salir de su asombro, le preguntó a la ardilla más grande: Madre, ¿Dónde estamos? Jamás había visto unos árboles tan verdes, frondosos y frescos. La madre ardilla se acercó dando pequeños saltitos al tronco de uno de esos árboles y, agarrándose a su corteza, subió veloz hasta alcanzar una rama. Desde su posición contestó a su pequeña: Cuando pase el tiempo y el fruto madure, te traeré para que disfrutes con él. Esos árboles que tanto te sorprenden por su verdor se llaman Alisos.

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El Aliso (Alnus Glutinosa) o Aliso negro es un árbol de la familia de las betuláceas. En condiciones favorables puede llegar a medir entre 25 ó 30 m. de altura. Es un árbol que en invierno se deshoja totalmente, renaciendo en primavera con mucha fuerza y dando sombra a los arroyos y gargantas donde germina principalmente. Como ya hemos dicho, el Aliso se cría en zonas húmedas y en bosques frescos y sombreados. Se pueden ver haciendo largas hileras por los cauces de nuestros arroyos y siguiendo su sinuoso recorrido hasta encontrarse con las gargantas y sus desembocaduras en los ríos y pantanos.

La floración del Aliso se produce en invierno, antes de que salgan las hojas. Sus flores femeninas, las cuales, acabado el proceso de reproducción, se convierten en pequeñas piñas, son más pequeñas que las amarillentas flores masculinas. Estas se agrupan en largos racimos favoreciendo así la polinización y aprovechándose del viento para dispersar sus granos de polen. Por esta razón las hojas se desarrollan después de las flores: para no impedir la fecundación. La forma de estas es casi circular y su tonalidad destaca por ser de un verde oscuro muy intenso y más claro por el anverso (esto hace que el Aliso destaque en verdor sobre los demás árboles de su entorno). Cabe añadir que estas hojas en primavera suelen ser muy pegajosas.

Este árbol necesita que sus raíces estén muy cerca del agua, aguantando encharcamientos en largos periodos que favorecen su desarrollo, y se ha podido observar que, cuando les falta el agua por la causa que sea, terminan secándose.

Eso ha ocurrido este año 2010, en el que se venía arrastrando una falta de agua como consecuencia de las pocas lluvias de años anteriores, pudiéndose ver así cierta cantidad de Alisos secos y derribados en los arroyos de El Tiemblo.

El Aliso es como un protector de las orillas, donde se podría decir que controla las grandes avenidas de agua protegiendo la tierra y evitando su arrastre por la fuerza de la corriente. Sus raíces transportan cantidades importantes de nitrógeno al agua, lo cual favorece el desarrollo de las plantas a su alrededor, ya que enriquece de nutrientes la tierra, como si fuera protector de las mismas. De hecho, si ahondamos más en los albores de nuestra cultura, podemos encontrar en uno de los más célebres historiadores romanos una frase perfecta para explicar este fenómeno. Según Plinio, el Aliso es el árbol cuya sombra alimenta a las plantas.

CURIOSIDADES DEL ALISO. En El Tiemblo, hace ya muchos años, se recogía bastante leña, pues era el medio para producir calor que se tenía y con lo que se guisaba la comida que alimentaba a la población. Si escaseaba la leña de pino o cornicabra, se cogía leña de Aliso, aunque fuera popular el dicho de que: La leña de Aliso ni el diablo ni Dios la quiso. Esta expresión bien podía ser porque este tipo de leña arde mal y, si no es ayudada por otra leña, acaba ennegrecida y sin arder.

Tiene muchas más propiedades. En medicina alternativa se emplean las hojas y la corteza: las hojas, usadas como analgésico para el dolor de pies pisando sobre ellas, para lavado de llagas y heridas o contra las hemorroides, entre otras. La corteza, machacada y después de ser cocida en agua, se usa como astringente. En caso de faringitis y congestión se puede hacer gárgaras con la solución anteriormente dada. Con estos, como con todos los remedios naturales, hay que tener cuidado e ir con mucha precaución. Con su madera se pueden hacer pilares para edificar en zonas de agua, ya que aguantan mucho la humedad. Pero, además de para la construcción, también sirve para ser tallada (se usaba mucho en la confección de zuecos). José Luján es un buen ejemplo de tallador de nuestro pueblo, ya que usa bastante el Aliso para hacer sus originales obras.

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En el término de El Tiemblo, el Aliso podría ser la tercera o cuarta colonia de árboles con más ejemplares que tenemos. Esta está bastante extendida: la tenemos en casi todos los arroyos de nuestros montes principales, como en el Pico del Traviés y en Cabeza de la Parra (en sus vertientes Norte y Oeste). El Aliso es un hermoso árbol de altura notable. Si vamos a la zona del castañar, bajará por la garganta de La Yedra, en la zona en la que aún es arroyuelo. Seguirá por la fuente del tío Alegante (como se la conoce en el pueblo), en la que ya prosperan algunos ejemplares. Estos se irán multiplicando según vamos descendiendo montaña abajo y antes de llegar a San Gregorio, le saldrán al paso varios arroyos de poco caudal y dos más de cierta importancia, como el de los Corralejos, repletos de Alisos.

Con esta gran población de Alisos, que por la finca de los Corralejos se adentra en la garganta con su frondosa carga verde, se agrega el Arroyo del Caballo y poco después, pasando el pantano de San Gregorio, el Arroyo de la Majahilla que aporta otra importante población de Alisos. En su encuentro con la garganta se forma una preciosa Alisera que da sombra a todo el llano de los antiguos huertos, llegando a mezclarse con los cerezos centenarios que plantaron nuestros antepasados.
La garganta, cada vez más ruidosa mientras hermosos ejemplares de este bello árbol sombrean sus riberas, ha llegado al Aserradero y aporta a la Artezuela una pequeña pero majestuosa Alisera, que se engrandece a su paso por el Puente Pasil y asienta entre enormes cantos sus agrietados troncos. Si seguimos, llegamos al Puente de la Casilla, donde podemos observar en una pequeña remansada de la garganta una grandiosa Alisera que va siguiendo su curso hasta perderse en el río Alberche.

Pero… no hemos hablado aún de la zona principal de este hermoso árbol. Para eso tenemos que adentrarnos en el Valle de Iruelas. No sé exactamente por donde comienza su propagación, pero hablaré sobre la zona que conozco. Detrás del refugio del valle, en la zona de las secuoyas donde se abren dos pequeños arroyos cruzados por pequeños puentes de madera, se contempla una gran fila tortuosa de Alisos aferrados a sus riberas. Estos suben por las laderas hasta perderse, mezclados entre los pinos castaños y robles que pueblan esta zona llegando a la cima que da vistas al puerto de Casillas.

Aguas abajo la verdadera garganta del Valle de Iruelas baja majestuosa después de una tormenta. Se le agregan pequeños caudales de agua todos ellos salpicados de Alisos. Pero la verdadera población está en la misma garganta hasta que esta desaparece en las aguas del pantano del Burgillo. Ahí se pueden ver extensas Aliseras circundando toda su ribera, como la que descansa en la llanura del puente que la cruza camino de las Juntas. Aún así, donde se sienten dueños y señores del paisaje es en el tramo que va desde la cascada hasta el puente que vuelve a cruzar camino de las Rinconadas.


Parece como si estos árboles cerraran filas en su honor, rindiendo culto al agua y formando un camino entre las piedras de su lecho, acompañándola hasta el río y sirviéndola de guía para evitar que se pierda.

Elías Blázquez Hernández.


jueves, 16 de julio de 2009

EL DOLOR DE UNA MADRE

"Se han escrito relatos con mucho sentimiento y también historias con mucho dolor,
pero nunca se escribió nada tan profundo, que tan poco se reconoció."
Topete


Homenaje a mi hermana Estrella:

Día 13 de junio, día de San Antonio de Padua, Fiestas Patronales en El Tiemblo, días de celebración y alegría en los cuales no se deberían de escribir cosas tristes, pero en mi no cabe otra cosa y con éste escrito pido a San Antonio que proteja a nuestro pueblo en estos días y todos los demás días del año, pero también que mire por mi hermana que con tanta fe iba todos los días a la ermita del Santo a pedir por su hijo, sobre todo cuando hacía sus servicios en Francia, entonces cualquier momento era bueno para visitarle y si estaba cerrada, mirar por los ventanillos de las puertas y rezar por él, con eso a ti te valía y te daba cierta tranquilidad.

Hermana: Sé que para ti, San Antonio era algo más que solo su nombre, tus recuerdos retroceden años atrás, allí te casaste por que era vuestra ilusión, también casaste a tu hija por que así lo quisisteis. Por todo eso, en estos días que vienen tu te revelas, no terminas de explicártelo y tu mente estalla y ya no eres feliz, le preguntas ¿por qué? Tú que tanto le pedías por él. Ten seguro que le protegía, pero el destino... y una mano ejecutora, se lo llevó, no pudo con la voluntad de Dios. Nunca sabremos por qué, nuestra mente es limitada y por mucho que te lo preguntes nunca sabrás la razón... O puede que sí.

Hermana: yo estaba allí cuando nació, fue con dolor humano como lo concebiste, tu vientre se abrió para que él viniera al mundo, pero ese dolor acabo cuando despertaste y le viste junto a ti, esperando para conocer a su madre. Después de su nacimiento, alegraría tus días, aunque también en ellos hubiera penas, sinsabores y preocupaciones propios de esta vida, pero él estaba aquí; crecía, vivía, disfrutaba con sus amigos, con su novia y con su familia a la que tanto quería... De repente, todo lo que era felicidad se convirtió en dolor, pero no en un dolor corporal (más fácil de curar), sino en el dolor del Alma.

Ese dolor para el cual no hay lagrimas ni lamentos y por el cual una pena inmensa se apodera de todo tu ser y nubla tu mente para impedirte pensar. Ese dolor que hace que creas estar viviendo en una pesadilla, en la que parece que el suelo se hunde, en la que quieres llorar, pero de los ojos no sale lagrima alguna, solo sale el dolor, el dolor de madre, el dolor del amor materno, pero solamente dolor.

Hermana; tus recuerdos se enturbian, quieren mirar hacia atrás, pero no pueden, piensan que estaba allí, pero no le ven. La frontera de tu mente no te deja pensar, pero tu corazón te dice que sí, que estaba aquí, bien en un sitio bien en otro, pero aún así con nosotros. Seguro que le preguntas a Dios: ¿Qué me has hecho?, ¿Por qué a mi hijo? ; Lo quieres pensar pero no te sale. El “por qué no a otro” sería pensar que otra madre sufriría igual que tu, pero lo piensas ¿verdad Hermana?, lo piensas con mucho dolor. El “por qué no a otro” seria desear a otra madre lo que no quieres para ti. Y al pensar en todo esto tu mente se destroza poco a poco. Tú a veces no la controlas, pero ahora ya puedes llorar, las lágrimas fluyen por tu rostro y tus pensamientos se despejan, tu dolor ya es natural. Ahora tus sentimientos no son de alegría, tus sentimientos son de amor, de pena, de temor y de dolor, pero no de un dolor cualquiera, sino de TU dolor. Recuerdas el pasado, te acuerdas de tu hijo y piensas en lo que ya no tendrás, asimismo por él sufres, pero yo recuerdo contigo, tengo sentimientos también, aunque no lo parezca pues es mi forma de ser, y estos son de pena y de dolor suficientes para sufrir, aunque solo sea un poquito, si con ese poco algo te puedo evitar a ti.

Hermana: he hablado con Dios. He pedido por él. He llorado en silencio, donde solo Dios me ve. Hablo con tu hijo a todas horas, le pregunto pero no me contesta. En el campo el cielo es más grande, casi lo ves, pero sé que me oye, al igual que Dios. Cuando me callo y el silencio me envuelve, los siento, me apoyo en un árbol o en una piedra y sigo mirando arriba, me embarga la pena y luego pienso en vosotros.

Yo nada puedo hacer, solo decirte que quiero que sepas que estoy aquí Hermana, por si algo puedo hacer por ti.

TOPETE.

jueves, 9 de julio de 2009

LA Cornicabra,pequeño gran tesoro


La Cornicabra o Terebinto (Pistacia Terebinthus) es un arbusto que puede llegar a hacerse un árbol si se le guía y su asentamiento lo permite, al que hoy día no damos mucha importancia, pero que en tiempos pasados fue muy apreciado por sus frutos y su leña, a pesar de que también hoy lo siga siendo para muchas personas. Muchos de los que lean este pequeño artículo quizás no sepan lo que es, pero si piensan un poco en el otoño: ¿a quién no le vienen a la memoria los colores que se ofrecen a nuestra vista cuando venimos por la carretera de Madrid o cuando vamos a San Martín de Valdeiglesias y que también están presentes en la llamada cuesta de la Atalaya o en el Royal? Vemos esos colores amarillos y verdes, cobres y rojos, también marrones, todos ellos mezclados en el paisaje que nos rodea, para goce de nuestros sentidos.
En el término de El Tiemblo, con lindes a San Martín y también a Cebreros, tenemos un importante asentamiento de Cornicabras que podría llegar a ser un bosque si no fuera por la separación que existe entre ellas. Son una joya de la naturaleza. Si nos fijamos en ellas veremos que tienen una belleza extraña, en el invierno las conocemos con su forma leñosa y retorcida, con un follaje denso, como si estuvieran sin vida, pero cuando va entrando la primavera se van llenando de brotes en los extremos de todas sus ramas en colores marrones indefinidos, después sus hojas de un verde oscuro, pero limpio, cubren todo su ramaje. Por Mayo empiezan a brotar sus flores de un color rojizo en forma de racimos que madurarán hacia el mes de Septiembre. Sus frutas son esféricas y de color rojo, como pequeñas gargantillas, que si nadie recolecta, duran bastante tiempo en la mata que las sostiene, también si nos fijamos veremos una especie de tumor que sale entre las ramas como consecuencia de la picadura de un mosquito y que tiene forma de cuerno de cabra, de ahí recibe el nombre de Cornicabra.
Ya hemos dicho el porqué de su nombre, pero ahora hablaré de sus familiares o plantas afines a ella: Pistacia Terebinthus o Cornicabra, Pistacia Lentiscus o Lentisco, Pistacia Vera o Pistachero. De este último es de donde nace el pistacho, fruto que ahora todos conocemos y que se cultiva cada vez más en España, pero que en nuestro pueblo creo que no hay y si hay son pocos. Esta planta, que es costosa de mantener pues tarda mucho en dar fruto, se consigue injertándola en pies de Cornicabras (para que aguante mejor las inclemencias y sequías) ya que estas poseen una gran fuerza y se adaptan a terrenos agrestes y secos.
En un futuro quizá no estaría mal la idea, para nuestro pueblo, de plantar pistachos, pero en nuestro país parece ser que aumentan cada vez más las plantaciones de ese tipo de arbusto.
La Cornicabra tiene una gran resistencia. Si nos fijamos bien veremos que están sobre todo en las hendiduras de las piedras y también en las paredes y en desniveles del terreno, como si se hubieran tenido que adaptar donde el hombre las dejaba, para que no estorbaran en la tierra que tenían que sembrar y que también servía como pasto, pues en esos tiempos tuvo que haber grandes rebaños de cabras por la zona. Si nos damos una vuelta sobre todo por Navalaceña, camino de Valdesanmartín, veremos que no hay una piedra que no tenga su cornicabra. Van por todo el valle saltando de piedra en piedra, pero las tierras se verán limpias de ellas, aunque hoy día casi no se siembre. Si seguimos hacia el sureste veremos que todo esta lleno de las mismas hasta llegar al Puente de la Casilla, en la zona de la Cañada. Siguiendo la carretera a Puente Nuevo, subimos una pequeña cuesta y desde lo alto de ella se vislumbran grandes zonas bastante pobladas de Cornicabras, tanto si miras para la Atalaya como si miras para el Alberche, te asombrará la abundancia de estas. Una vez que has llegado a Puente Nuevo, cogiendo la carretera de camino a San Martín con el Arroyo de Tórtolas a la izquierda hasta que llegas al cruce de los Toros de Guisando, pierdes de vista a la planta, pero empiezas a subir la cuesta y se vuelve a poblar el paisaje otra vez de Cornicabras. Ese es el entorno de las mismas, en el resto del término de El Tiemblo también hay, pero en menor abundancia.
A la Cornicabra se la conoce con muchos nombres, aunque estos dependen de la región en la que se encuentre. Nombrare algunos de ellos: Descuernacabras, Lentiscos, Granilla, Terebinto, Cabricuerno, Cabra Coja, Quemaculo, Tornalobo, Corneta, etc...
¡Qué gran tesoro es esta planta!, ¡Cuánto frío no habrá quitado en los hogares! En este caso, hogares de El Tiemblo. Su leña dura que da muy poco humo, servía bastante bien para las cocinas casi sin ventanas y poca ventilación de sus casas.
¡Cuánta Granilla habrán recogido para dárselas de comida a los cochinos, que entonces se criaban en la misma casa! Y no hace de ello mucho tiempo.
¡Cuántas cabras no comerían de las Granillas! Granillas que, en algún momento del otoño, cubrían el suelo cuando se desprendían de la mata, al secarse, y que eran un sabroso dulce para ellas. Yo aún he tenido ocasión muchas veces de verlas ponerse de pie y agarrarse a la mata para comerse la Granilla.
En tiempos remotos, la Cornicabra era muy apreciada por Griegos y Romanos. De ella hacían barnices de trementina que sacaban de su corteza (de ahí su nombre “terebinthus”)
En medicina se aprovechaban sus hojas y agallas como astringente y todavía hoy parece que popularmente siguen teniendo esa aplicación.
Las maderas por su dureza se usaban para hacer pequeños utensilios, como petacas para guardar tabaco, etc…
Este arbusto, que en algunos casos puede alcanzar más de cuatro metros de altura -se pueden ver en ciertas zonas hermosos ejemplares de dicha altura- y que algunas veces puede convertirse en árbol -como el que tenemos en el Royal justo al lado de la choza de cabrero, que construyó hará unos cuarenta años el tío Gregorio junto con sus hijos- fue refugio de numerosas especies de fauna silvestre y aun hoy lo sigue siendo.
¿Quién no se acuerda de las lagartijas, lagartos y pequeños roedores que llenaban las rendijas de sus piedras y de las aves que tenían refugio en sus ramas?
Por todo esto, recordemos, cuando llegue el otoño y veamos como las laderas del alto de la Atalaya, de Navalaceña, de la Cañada y de Valdesanmartín se empiecen a teñir de tonos rojizos, amarillentos y cobrizos, mezclados con los verdes de las coníferas y enebros y nuestros ojos se deslumbren con esa gama de colores, que tenemos uno de los asentamientos más importantes de España de ese arbusto casi olvidado que es la Cornicabra. Este gran asentamiento que hace que realmente tengamos un pequeño tesoro en El Tiemblo.