miércoles, 9 de julio de 2014

EL PINO 1ª parte



La mañana estaba ruidosa: se oían voces en todas las direcciones. Subían los que cortaban pinos con sus hachas y sierras de dos mangos, con las caballerías de arrastre y, todavía, con los ojos somnolientos. Los lunes les costaba desperezarse, 
Pero aun así gastaban bromas con los resineros que, pasado San Gregorio, tomaban otras direcciones (cada uno iba camino de su propio cuartel, zona destinada a los trabajos de cada cuadrilla): ¡Eh, Feliz! Ya no te queda mucho de estar en tu cuartel, así que ve diciéndole a tu hermano Antonio que pronto cortaremos en la cuesta del Cubo. A lo que Feliz contestaba a Juan: si te acercas a mis pinos, te afeito con la gubia; así que vosotros veréis lo que hacéis.
El monte se abría poco a poco a la luz del día. El murmullo reinante hacía la mañana muy especial. La gente se desperezaba después de una noche lluviosa, de la cual no quedaba señal alguna de las nubes que la habían producido. Todo esto estaba ocurriendo en el monte de El Tiemblo, mientras resineros, madereros y leñadores iban camino de su trabajo: los Pinos.
El Pino Resinero (Pinus pinaster), Pino Rodeno o pino Mediterráneo, etc., que en algunos lugares también se le conoce como Pino Negral, es una conífera de la familia Pinaceae. Su tronco suele ser recto, está recubierto de una corteza gruesa, agrietada y rojiza llamada roña y rematado por unas ramas uniformes, que en la edad adulta se desmadejan formando una copa irregular. Este tronco puede llegar a alcanzar una altura considerable: los grandes ejemplares pueden llegar a medir hasta 35 metros aproximadamente.
Sus acículas (hojas), también llamadas agujas, son perennes y aparecen siempre en grupos de dos. Las que se encuentran en los pinos de El Tiemblo son las más largas de los pinos españoles de otras especies. Florecen en primavera, con abundancia de flores masculinas agrupadas en racimos, y sueltan un polen amarillo que tiñe todo de ese color. Este, cuando es diseminado por el viento, alcanza grandes distancias y bastante altura (entre 3.000 y 4.000 metros). Sus piñas proceden de las flores femeninas y son  algo grandes: pueden llegar a medir hasta 20 centímetros de largo y 12 centímetros de ancho. Al principio son verdes y más tarde, a los 24 meses, que es cuando se abren, pasan a ser de un color marrón rojizo. Los piñones que encierran en su interior son pequeños y alados y sirven para la dispersión de la semilla. Esta se puede reproducir por sí misma o con ayuda de los animales, que la pisan y la entierran sin querer, haciendo que más tarde brote un pino nuevo.
El Pinus pinaster, llamado vulgarmente Pino Negral por su corteza oscura, tiene un sistema radical muy fuerte, basado en una raíz central muy penetrante y varias raíces secundarias muy desarrolladas. Es de tronco grueso y derecho, aunque la resinación suele modificar mucho su silueta. Este árbol necesita bastante sol, por eso suele orientarse de cara a este. También necesita una temperatura adecuada, aunque resiste bien las sequías.
CURIOSIDADES DEL PINO.
En El Tiemblo, el pino es el árbol predominante. Tenemos varias clases de pinos: piñoneros, cascalbos, valsaines, silvestres, resineros, etc.; sin embargo, algunos han sido de origen trasplantado. Por esta razón, iremos a conocer el Pinus pinaster o, más comúnmente, Pino Resinero, que es el que nos ocupa.
Este árbol tiene diversas aplicaciones y, además, muy valiosas: su leña ha sido y sigue siendo de un gran valor calorífico ¡Qué casa en El Tiemblo no se habrá calentado con ella! Sus piñas sirvieron y aun se usan para encender las cocinas. Ellas mismas se aprovecharon  para calentarnos: los que tenemos cierta edad aun nos acordamos de los soplillos, finas tiras sacadas de los pinos enresinados, por medio de las gubias, al hacer las canales para que corriera la resina en busca de los tiestos. Tenían un gran aporte de dicha secreción, que servía para una rápida combustion de la leña y de las teas de los tocones y también para ayudar a las leñas que se resistían o que estaban demasiado húmedas.

La madera de los pinos, se ha usado y se usa para todo tipo de muebles. En otro tiempo se cuidaba para que sirviera como construcción de una sola pieza: en los mástiles de los veleros, por ejemplo. En las casas se usaba para hacer puertas, marcos, tejados, paredes y ventanas de las mismas, así como en los suelos para quitar la frialdad y que a la vez sirvieran de techo para el piso inferior ¡Cuántos barcos y ruedas motoras de molino no se habrán hecho, por su dureza y resistencia al agua, así como muchas más utilidades, de este material! ¡Cuántas herramientas de labranza y demás menesteres no se construirían con su madera!
***
Si vienen por la carretera de San Martín de Valdeiglesias, en dirección a El Tiemblo, nos verán en el Cerro de Guisando. Allí nos mezclamos con diversas variedades de arbustos y árboles: cornicabras, algunos enebros y jaras. Aún no se nos nota, solo por nuestro color verdoso intenso que, desde la lejanía, parece incluso que es negro, pero empezamos a subir por La Celadilla, camino de La Dehesa, apoderándonos del terreno de toda la ladera suroeste. Por esta zona ya casi no dejamos que ningún árbol se entremezcle con nosotros, aunque, sí se lo permitimos a las jaras, que nos acompañaran en nuestro camino hasta El Castañar.
Subimos hasta la cuerda, que no perderemos, mientras vamos bajando hasta La Atalaya, buscando la garganta de La Yedra. Pasamos el arrollo de los Degollados por  Vallejo Pinares, camino de los Chorrancos, y nos adentramos cada vez más en los antiguos sembrados y viñas de la zona. Atravesamos La Dehesa, camino de Los Lancharejos, y, rozando estos, nos acercamos a la garganta. Bajamos la cuesta del Cubo, pero los alisos nos paran a la entrada de la misma, haciéndonos subir por el oeste del monte. Estos compañeros ya no nos dejarán hasta llegar a El Castañar, subiendo con nosotros garganta arriba y pasando por los pantanos de La Cabrera, La Hinchona y El Linar del Rey. Mientras dejamos atrás los Huertos de Truena, subimos hasta la Era del Tocón y, pasando el Arroyo del Caballo, los Huertos de Benairo, el Tenado de Abelardo y los Castaños del Sotillo, llegamos a la Era del Castañar. Mientras vamos subiendo a Cerro Pelado, pasamos El Tablado y los Huertos de Chistera (son múltiples los nombres de la zona: la Cruz del Rayo, la Era de Mari Sancho, los Riscos de la Urbana y Los Cercados, con sus huertos, sus fuentes y sus claros y con su refugio vigilante).
Remontamos toda la ladera, faldeándola de arriba a abajo, pasando por bajadas, llanos y, sobre todo, por las cuestas que tanto abundan en esta zona. Pasamos por sitios tan conocidos como Las Erillas, subimos a Pedro Duermes y nos desparramamos por El Pajar, la Era Cestero y el Jaral de Fátima. Rodeamos los Huertos de los Alejos y los Huertos de los Palizas, seguimos por Palo Hincado y muchos lugares más hasta llegar a la Era del Corcho, para seguir bajando a La Era de El Castañar. En este último, los robles y los castaños detuvieron nuestro pasó, pero nosotros supimos cómo meternos entre ellos y algunos todavía vivimos entremezclados con las otras especies.
En otra ocasión les contaremos cómo cruzamos al otro lado de la garganta, donde tenemos muchos más hermanos. En este lado seremos unos 3.500.000 ó 4.000.000 de Pinos aproximadamente. Pero, a caso ¿nos ha contado alguien?...    

Elías Blázquez Hernández