miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL ALISO


Hacía unas horas que había amanecido. La mañana se prestaba libre de nubes después de una noche tormentosa y el calor se empezaba a notar en el ambiente, pues la primavera estaba en su tramo final. La naturaleza estaba en pleno apogeo: los arroyos venían con un enorme caudal, ya que el año empezó muy lluvioso y había continuado igual
durante toda la estación; las copas de los árboles estaban exuberantes y muy frondosas y el verdor de las hojas tamizaba la luz del sol. La vida se podía sentir por todos los rincones del bosque debido al rumor de la garganta y al piar de los pájaros que aturdían el silencio con sus cánticos. De entre los muchos sonidos que emitía nuestro bosque destacaba el suave murmullo de las ramas, el cual se hacía más fuerte a medida que uno se acercaba. De repente aparecieron dos ardillas que corrían y saltaban entre las ramas de los pinos que cubren la ladera del monte. Bajaron a toda velocidad por el pino más cercano al arroyo y se acercaron a este para beber. Una vez saciada su sed, la ardilla más pequeña se quedó asombrada por cuanto veían sus ojos. Ella nunca había estado en ese lugar del bosque y, sin salir de su asombro, le preguntó a la ardilla más grande: Madre, ¿Dónde estamos? Jamás había visto unos árboles tan verdes, frondosos y frescos. La madre ardilla se acercó dando pequeños saltitos al tronco de uno de esos árboles y, agarrándose a su corteza, subió veloz hasta alcanzar una rama. Desde su posición contestó a su pequeña: Cuando pase el tiempo y el fruto madure, te traeré para que disfrutes con él. Esos árboles que tanto te sorprenden por su verdor se llaman Alisos.

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El Aliso (Alnus Glutinosa) o Aliso negro es un árbol de la familia de las betuláceas. En condiciones favorables puede llegar a medir entre 25 ó 30 m. de altura. Es un árbol que en invierno se deshoja totalmente, renaciendo en primavera con mucha fuerza y dando sombra a los arroyos y gargantas donde germina principalmente. Como ya hemos dicho, el Aliso se cría en zonas húmedas y en bosques frescos y sombreados. Se pueden ver haciendo largas hileras por los cauces de nuestros arroyos y siguiendo su sinuoso recorrido hasta encontrarse con las gargantas y sus desembocaduras en los ríos y pantanos.

La floración del Aliso se produce en invierno, antes de que salgan las hojas. Sus flores femeninas, las cuales, acabado el proceso de reproducción, se convierten en pequeñas piñas, son más pequeñas que las amarillentas flores masculinas. Estas se agrupan en largos racimos favoreciendo así la polinización y aprovechándose del viento para dispersar sus granos de polen. Por esta razón las hojas se desarrollan después de las flores: para no impedir la fecundación. La forma de estas es casi circular y su tonalidad destaca por ser de un verde oscuro muy intenso y más claro por el anverso (esto hace que el Aliso destaque en verdor sobre los demás árboles de su entorno). Cabe añadir que estas hojas en primavera suelen ser muy pegajosas.

Este árbol necesita que sus raíces estén muy cerca del agua, aguantando encharcamientos en largos periodos que favorecen su desarrollo, y se ha podido observar que, cuando les falta el agua por la causa que sea, terminan secándose.

Eso ha ocurrido este año 2010, en el que se venía arrastrando una falta de agua como consecuencia de las pocas lluvias de años anteriores, pudiéndose ver así cierta cantidad de Alisos secos y derribados en los arroyos de El Tiemblo.

El Aliso es como un protector de las orillas, donde se podría decir que controla las grandes avenidas de agua protegiendo la tierra y evitando su arrastre por la fuerza de la corriente. Sus raíces transportan cantidades importantes de nitrógeno al agua, lo cual favorece el desarrollo de las plantas a su alrededor, ya que enriquece de nutrientes la tierra, como si fuera protector de las mismas. De hecho, si ahondamos más en los albores de nuestra cultura, podemos encontrar en uno de los más célebres historiadores romanos una frase perfecta para explicar este fenómeno. Según Plinio, el Aliso es el árbol cuya sombra alimenta a las plantas.

CURIOSIDADES DEL ALISO. En El Tiemblo, hace ya muchos años, se recogía bastante leña, pues era el medio para producir calor que se tenía y con lo que se guisaba la comida que alimentaba a la población. Si escaseaba la leña de pino o cornicabra, se cogía leña de Aliso, aunque fuera popular el dicho de que: La leña de Aliso ni el diablo ni Dios la quiso. Esta expresión bien podía ser porque este tipo de leña arde mal y, si no es ayudada por otra leña, acaba ennegrecida y sin arder.

Tiene muchas más propiedades. En medicina alternativa se emplean las hojas y la corteza: las hojas, usadas como analgésico para el dolor de pies pisando sobre ellas, para lavado de llagas y heridas o contra las hemorroides, entre otras. La corteza, machacada y después de ser cocida en agua, se usa como astringente. En caso de faringitis y congestión se puede hacer gárgaras con la solución anteriormente dada. Con estos, como con todos los remedios naturales, hay que tener cuidado e ir con mucha precaución. Con su madera se pueden hacer pilares para edificar en zonas de agua, ya que aguantan mucho la humedad. Pero, además de para la construcción, también sirve para ser tallada (se usaba mucho en la confección de zuecos). José Luján es un buen ejemplo de tallador de nuestro pueblo, ya que usa bastante el Aliso para hacer sus originales obras.

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En el término de El Tiemblo, el Aliso podría ser la tercera o cuarta colonia de árboles con más ejemplares que tenemos. Esta está bastante extendida: la tenemos en casi todos los arroyos de nuestros montes principales, como en el Pico del Traviés y en Cabeza de la Parra (en sus vertientes Norte y Oeste). El Aliso es un hermoso árbol de altura notable. Si vamos a la zona del castañar, bajará por la garganta de La Yedra, en la zona en la que aún es arroyuelo. Seguirá por la fuente del tío Alegante (como se la conoce en el pueblo), en la que ya prosperan algunos ejemplares. Estos se irán multiplicando según vamos descendiendo montaña abajo y antes de llegar a San Gregorio, le saldrán al paso varios arroyos de poco caudal y dos más de cierta importancia, como el de los Corralejos, repletos de Alisos.

Con esta gran población de Alisos, que por la finca de los Corralejos se adentra en la garganta con su frondosa carga verde, se agrega el Arroyo del Caballo y poco después, pasando el pantano de San Gregorio, el Arroyo de la Majahilla que aporta otra importante población de Alisos. En su encuentro con la garganta se forma una preciosa Alisera que da sombra a todo el llano de los antiguos huertos, llegando a mezclarse con los cerezos centenarios que plantaron nuestros antepasados.
La garganta, cada vez más ruidosa mientras hermosos ejemplares de este bello árbol sombrean sus riberas, ha llegado al Aserradero y aporta a la Artezuela una pequeña pero majestuosa Alisera, que se engrandece a su paso por el Puente Pasil y asienta entre enormes cantos sus agrietados troncos. Si seguimos, llegamos al Puente de la Casilla, donde podemos observar en una pequeña remansada de la garganta una grandiosa Alisera que va siguiendo su curso hasta perderse en el río Alberche.

Pero… no hemos hablado aún de la zona principal de este hermoso árbol. Para eso tenemos que adentrarnos en el Valle de Iruelas. No sé exactamente por donde comienza su propagación, pero hablaré sobre la zona que conozco. Detrás del refugio del valle, en la zona de las secuoyas donde se abren dos pequeños arroyos cruzados por pequeños puentes de madera, se contempla una gran fila tortuosa de Alisos aferrados a sus riberas. Estos suben por las laderas hasta perderse, mezclados entre los pinos castaños y robles que pueblan esta zona llegando a la cima que da vistas al puerto de Casillas.

Aguas abajo la verdadera garganta del Valle de Iruelas baja majestuosa después de una tormenta. Se le agregan pequeños caudales de agua todos ellos salpicados de Alisos. Pero la verdadera población está en la misma garganta hasta que esta desaparece en las aguas del pantano del Burgillo. Ahí se pueden ver extensas Aliseras circundando toda su ribera, como la que descansa en la llanura del puente que la cruza camino de las Juntas. Aún así, donde se sienten dueños y señores del paisaje es en el tramo que va desde la cascada hasta el puente que vuelve a cruzar camino de las Rinconadas.


Parece como si estos árboles cerraran filas en su honor, rindiendo culto al agua y formando un camino entre las piedras de su lecho, acompañándola hasta el río y sirviéndola de guía para evitar que se pierda.

Elías Blázquez Hernández.


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